La soberanía del consumidor es la libertad y el poder del que disfrutan los consumidores en un libre mercado. Es decir, la capacidad que tienen los consumidores para decidir qué bienes y servicios desean consumir y cuales, por el contrario, no.
La soberanía del consumidor es la libre capacidad que tiene un consumidor para elegir aquellos bienes y servicios que este desea consumir. Para ello, el libre mercado dota de un poder a los consumidores para, en base a una serie de variables, decidir qué bienes y recursos desea adquirir. Las variables que influyen en la compra pueden ser la calidad o el precio, mientras que, a través de su compra, estos pueden decidir qué variable es más relevante.
La soberanía del consumidor, a su vez, permite la adaptación de las empresas a la demanda real, ya que los usuarios consumen lo que demandan, orientando la oferta de las empresas. Un pilar básico de las corrientes de pensamiento económico que abogan por economías de mercado.
¿Qué motivos determinan la soberanía del consumidor?
Dentro de los principales motivos que determinan la adquisición de un bien o un recurso por parte de un consumidor podemos encontrar la calidad y el precio. Sin embargo, estas no son las únicas variables que impulsan al consumidor a efectuar una determinada compra.
Es decir, existen más motivaciones que pueden influir en la decisión del consumidor.
Entre estas podríamos destacar:
- El precio.
- La calidad.
- Las preferencias del consumidor.
- Cultura y entorno.
- Publicidad y marketing.
- Nivel educativo.
- Localización de residencia.
- Nivel económico.
- Estado civil del individuo.
La ponderación y el peso que representa de cada una de estas motivaciones en el individuo dependen del propio individuo. Es decir, la soberanía del consumidor es justamente eso, pues el individuo, como persona libre, determina la compra en función de sus intereses.
Origen de la soberanía del consumidor
El termino fue impulsado por William Hutt, como respuesta a un keynesianismo cada vez más integrado en la economía de los países. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando el economista austríaco Ludwig Von Mises formula el concepto de soberanía del consumidor. Este lo hace a través de su explicación sobre los procesos de oferta y demanda, así como la influencia de estos en la orientación del mercado. En este sentido, Von Mises explicó como, pese a que los empresarios y capitalistas poseían los factores de producción y, por ende, el poder, estos no podían dirigir el libre mercado, ya que la soberanía del consumidor imponía la dirección que debía adoptar la oferta, en base a esa demanda soberana de los consumidores.
Para Mises, esta soberanía del consumidor es como un proceso de votación democrática. Para ello, Mises hace alusión a las empresas como si de un partido político se tratase, así como las compras de los consumidores como el voto que les permite gobernar. Como podemos ver, pretendiendo demostrar el proceso democrático que conlleva establecer economías de mercado, dominadas por los consumidores y no por el intervencionismo.
Por otra parte, en contraposición, se encontraba la opinión del economista Murray Rothbard. Rothbard, austriaco y anarcocapitalista, estaba en contra de la teoría de Mises. Para Rothbard, el término no se había formulado correctamente, ya que incluía el concepto de soberanía, siendo este un término político y que incluye aspectos que no se ajustan precisamente al predominio de la libertad, como sí se ajusta el hecho de que los compradores, en base a sus intereses, elijan un producto u otro.
En este sentido, Rothbard no considera preciso el denominar a este proceso soberanía, así como tampoco proceso democrático. Para Rothbard, la democracia no se ajusta fielmente al liberalismo, ya que la democracia representa a las mayorías, mientras que, por otro lado, se deja a las minorías.
El papel de la competencia
Para Mises, el concepto de soberanía del consumidor es un concepto que, precisamente, precisa de un sistema de competencia que se autorregule con la demanda. Es decir, la soberanía del consumidor solo es posible cuando, en primer lugar, contamos con una economía de mercado. Así como, en segundo lugar, contamos con una oferta heterogénea y ofertada por un gran número de empresas (competencia de mercado).
En mercados controlados por cárteles, monopolios u otras instituciones anti-mercado, la soberanía del consumidor no se puede cumplir. Es decir, en mercados donde la competencia es mínima, el consumidor, pese a su soberanía, se ve en la obligación de consumir los productos que se hallan en el mercado.