La Revolución rusa fueron una serie de levantamientos acontecidos en 1917 para derrocar al zar Nicolás II y, posteriormente, al gobierno provisional. Las insurrecciones se saldaron con la abdicación del zar, la caída del gobierno provisional y la toma de poder por parte de los bolcheviques, encabezados por Lenin.
Con una Rusia agraria y el poder concentrado en manos del zar Nicolás II, el hambre y la guerra no tardaron en provocar un grave descontento entre la población. El resultado fueron una serie de levantamientos que condujeron al establecimiento de un sistema comunista en el país.
Origen de la Revolución rusa
La Rusia de comienzos del siglo XX era un país prácticamente anclado en un sistema feudal. La nobleza, la iglesia ortodoxa y el zar eran los estamentos dominantes en una sociedad rusa donde las libertades brillaban por su ausencia.
Mientras tanto, la débil burguesía defendía la necesidad de una mayor representación política de la sociedad rusa, al tiempo que los campesinos estaban indignados por unas tierras insuficientes. Si bien Rusia había aumentado el número de fábricas, su industria continuaba siendo reducida, pues se trataba de una sociedad eminentemente rural.
A pesar de que en 1898 se había creado el Partido Socialdemócrata Ruso, este aún carecía de la fuerza social necesaria. Dentro de este partido político existían dos corrientes políticas: los mencheviques (moderados) y los bolcheviques (radicales).
Para mayor descontento social, el zar Nicolás II, creyendo que podía ganar una guerra contra Japón, embarcó al país en un conflicto bélico. Sin embargo, el resultado de la guerra ruso japonesa (1904-1905) fue desastroso para Rusia.
El deterioro de la situación política provocó un estallido social en 1905 en lo que se conoció como el domingo sangriento. Aquel 22 de enero, cuando el pueblo reclamaba cambios políticos ante el Palacio de Invierno, fue reprimido con brutalidad. Incluso algunas unidades militares se levantaron, como ocurrió con el amotinamiento del acorazado Potemkin.
Las huelgas, protestas y levantamientos erosionaron la figura del zar Nicolás II, que se vio obligado a hacer concesiones. Por su parte, la revolución de 1905 erigió a los movimientos obreros como protagonistas de la revolución, al tiempo que pasaban a organizarse en una especie de células denominadas soviets.
Las reformas que el zar había prometido en 1905 se vieron frustradas y la hambruna comenzó a hacer mella en la población. El régimen hacía oídos sordos a las demandas del pueblo, con las decisiones quedando concentradas en manos del zar, la emperatriz y Rasputín.
Para mayor desgracia, Rusia se embarcó en la Primera Guerra Mundial con nefastas consecuencias. Los campesinos fueron llamados a filas para combatir en el frente, lo que dejó el campo sin mano de obra. La falta de alimentos no tardó en hacerse sentir. Mientras Rusia sufría dolorosas derrotas en los campos de batalla, su economía había quedado aislada de los mercados europeos y la moral decaía entre una población hambrienta.
La revolución de febrero de 1917, Lenin y el gobierno provisional
Corría febrero de 1917 y Rusia reunía todos los factores para que se produjese un levantamiento: hambre, guerra y un crudo invierno. Reclamando pan, tierra y paz, el 23 de febrero tuvo lugar una manifestación en la ciudad de San Petersburgo. El 25 de febrero, los movimientos obreros protestaron con una huelga general y, no mucho después, las tropas rusas se unirían al pueblo en su levantamiento.
Teniendo en contra a campesinos, soldados y obreros, el zar Nicolás II decidió abdicar. Así pues, se formó un gobierno provisional encabezado por Gueorgi Lvov desde el 15 de marzo de 1917. Este gobierno provisional y de carácter liberal, también incluía a los mencheviques, el ala moderada del movimiento obrero.
Sin embargo, progresivamente, el sector más radical del movimiento obrero, liderado por Lenin, iba ganando fuerza en Rusia. Así, en abril de 1917, Lenin proclamaba el reparto de la tierra, la salida de Rusia de la guerra y una alianza entre los trabajadores del campo y de las fábricas. Todo ello suponía el rechazo a cualquier tipo de colaboración con el gobierno provisional.
Lenin provenía de una corriente ideológica como el marxismo y veía la Primera Guerra Mundial como un gran conflicto entre imperios y marcadamente capitalista. Por ello, veía imperativa la salida de la guerra y la puesta en marcha de una revolución socialista para establecer la dictadura del proletariado.
Pero, para el gobierno provisional, las propuestas de Lenin eran impensables. Rusia continuaba en la guerra y las pérdidas humanas en los campos de batalla eran espantosas. Todo ello desembocó en un levantamiento en Petrogrado el 3 de julio de 1917. Con el fracaso de la insurrección, Lenin no tuvo más remedio que exiliarse.
Continuismo en el gobierno provisional
Llegaban malas noticias desde el frente, pues Rusia no dejaba de cosechar derrotas militares. Kerenski, que por entonces encabezaba el gobierno provisional, estaba inmerso en un fuerte enfrentamiento con el general Kornilov, un militar marcadamente conservador que deseaba regresar a un gobierno autocrático. Tanto el gobierno provisional como los soviets, desbarataron el levantamiento de Kornilov. Ahora bien, quienes se hicieron con el protagonismo y la iniciativa, fueron los soviets, pues fueron los más activos a la hora de frustrar el golpe de Kornilov.
Octubre rojo
Desde comienzos de octubre de 1917, Lenin había ido planeando la revolución, el asalto al poder. Finalmente, el Comité Central bolchevique dio el visto bueno a las acciones armadas.
Por fin, el 24 de octubre, los bolcheviques se hicieron con los puntos clave de la ciudad de Petrogrado. Al día siguiente, asaltaron el Palacio de Invierno y el primer ministro Kerenski optó por huir del país.
La revolución no tardó en extenderse por todo el país y Moscú terminó cayendo en manos de los soviets. No obstante, los bolcheviques no habían llegado a controlar toda Rusia. Había territorios dominados por las antiguas autoridades que no estaban dispuestos a entregarse a los bolcheviques. Así pues, la guerra civil estaba servida.
Revolucionarios y contrarrevolucionarios (monárquicos, disidentes de la revolución y partidarios del gobierno provisional) combatieron desde la primavera de 1918 hasta que, en 1920, los contrarrevolucionarios o blancos fueron derrotados y abandonaron el país.
Los bolcheviques se hacen con el poder
El 26 de octubre de 1917, los bolcheviques formaron gobierno, con Lenin al frente y personalidades como Trotski y Stalin como ministros. Debían abordar tres grandes cuestiones: la salida de la guerra de Rusia, el reparto de la tierra y la concentración del poder político.
En sintonía con la propiedad socialista de las tierras, se llevó a cabo un reparto del campo tratando de poner fin al desabastecimiento que padecía Rusia. No hubo compensación económica de ningún tipo para los terratenientes.
En lo relativo a la Primera Guerra Mundial, Rusia abandonó el conflicto con la firma del tratado de Brest-Livtosk. A pesar de la pérdida de importantes extensiones de terreno, el gobierno bolchevique creía que valía la pena poner fin al sufrimiento que había causado la guerra.
Copando todo el poder político, los bolcheviques se encargaron de eliminar a los partidos de corte burgués. Por otra parte, las elecciones a la Asamblea Constituyente, otorgaron la mayoría a los mencheviques, quedando por tanto los bolcheviques en minoría. Pero el gobierno disolvió la Asamblea en enero de 1918 y los bolcheviques terminaron asentando su hegemonía en el poder. Así, quedaban fuera otros actores de la revolución como los social revolucionarios, anarquistas y mencheviques. El poder político quedaba copado por los bolcheviques.
Meses después, en julio de 1918, Rusia quedaba constituida bajo la denominación de República Federal Socialista y Soviética Rusa.
La Nueva Política Económica (NEP)
En el año 1921, Rusia aún se lamía las heridas después de una prolongada guerra civil. Los indicadores económicos mostraban una realidad desoladora para el país. Los datos de producción nacional eran terriblemente desalentadores. Tomemos varios ejemplos:
- Producción agrícola: un tercio con respecto a 1913.
- Producción industrial: un 13% con respecto a 1913.
Para poner solución a este duro panorama económico, se aposto por la NEP o Nueva Política Económica. En este sentido, se buscaban combinar medidas de carácter socialista con algunas características propias del libre mercado. Por ello, fue legalizada la propiedad privada para los campesinos al tiempo que se restableció la circulación de la moneda para afrontar la hiperinflación que asolaba al país.
Esta política económica se asentaba sobre la necesidad de conseguir un excedente de la producción agrícola que permitiese aprovisionar a las ciudades y que, al mismo tiempo, contribuyese al crecimiento económico de la nación.
En cuanto a la industria, las pequeñas empresas pasaron a ser desnacionalizadas, mientras que las grandes empresas permanecían en manos del estado, aunque otorgando algunos elementos de autogestión.
Para 1926 Rusia ya se había rehecho, recuperando los niveles de producción previos a la Primera Guerra Mundial. Pero en el sector agrícola se produjo un fuerte descontento, pues los kulaks eran agricultores que se habían enriquecido y, al acumular importantes sumas de dinero, actuaron ofreciendo préstamos con elevados intereses. Tampoco hay que dejar de lado la existencia de intermediarios (nepmen) que revendían los productos agrícolas obteniendo considerables márgenes de ganancias.
También surgieron problemas debido a la disparidad de precios. La Nueva Política Económica favorecía la producción agrícola, por lo que, llegado un punto, los precios agrícolas eran muy inferiores con respecto a los precios de los bienes industriales. Todo ello terminó ocasionando situaciones de desabastecimiento.
Así pues, entre las filas del Partido Comunista y especialmente Stalin, se vio en la NEP un restablecimiento del capitalismo. Por ello, la economía rusa pasó a quedar en manos del estado, que la organizaba a través de planes quinquenales.