La Revolución Francesa fue (1788-1799) una gran lucha entre el Antiguo Régimen, marcado por una sociedad organizada en estamentos y sus opositores. El conflicto trascendió más allá de las fronteras de Francia, extendiéndose a Europa.
Este acontecimiento histórico marcó el fin de las monarquías absolutistas y dio paso a una sociedad en la que se otorgaba el protagonismo a la burguesía. Precisamente el estallido de la revolución y su posterior éxito significaron el final del feudalismo, al tiempo que sus ideas sirvieron como inspiración para los sistemas democráticos modernos.
Antecedentes
La Francia de finales del siglo XVIII atravesaba una época muy convulsa. La sociedad estaba dividida en estamentos y la mayor parte del pueblo estaba excluido. Solo la nobleza podía ocupar los puestos políticos y militares de mayor importancia, al tiempo que en 1789 Francia atravesaba una grave crisis económica. Por su parte, los franceses vivían bajo un régimen autoritario en el que la nobleza y el alto clero copaban la riqueza.
Para colmo de males, las malas cosechas ocasionaron problemas de abastecimiento. Añadiendo mayor descontento al clima social, solo el tercer estamento (la burguesía y los campesinos) era el único que debía pagar impuestos.
Ante la dura situación económica que padecía Francia, se convocaron a los Estados Generales, que representaban a los tres estamentos. Para solventar la crisis económica se propuso que la nobleza también pagase impuestos. Sin embargo, como el voto se realizaba mediante estamentos, la propuesta estaba condenada al fracaso.
La Asamblea Nacional
Por ello, desde el tercer estamento se reclamaba pasar de una división por estamentos a una Asamblea Nacional en la que el voto fuese individual. La Asamblea Nacional se topó con el rechazo de la monarquía, pero a pesar de ello, los diputados de la Asamblea, acordaron dar una constitución a Francia.
Sin embargo, el estallido social de la población culminaría con la toma de la Bastilla un 14 de julio de 1789. Este hecho tuvo un gran significado, pues aquella prisión era un símbolo de la opresión monárquica.
Dotada de poder constituyente, la Asamblea puso fin al feudalismo, al tiempo que aprobaba una Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. A continuación, se legisló para llevar a cabo la separación entre la Iglesia y el Estado.
Ya en 1791, Francia contaba con una Constitución que establecía una división de poderes y que limitaba el poder del Rey, que sería controlado por la Asamblea. En otras palabras, Francia dejaba de ser una monarquía absoluta, transformándose en una monarquía parlamentaria.
En cuanto al modelo de estado, en el plano administrativo, Francia se organizaba en departamentos, mientras que, en lo económico, quedaban prohibidos los monopolios y los gremios.
La Convención 1792-1795
Dentro de la Asamblea cabe distinguir entre dos corrientes ideológicas.
- Los girondinos: de carácter moderado, abogaban por una revolución pacífica, limitando el derecho a voto y defendiendo una monarquía parlamentaria.
- Los jacobinos: eran revolucionarios radicales, defensores del sufragio universal masculino, encabezados por Robespierre, que sostenían que Francia debía ser una república.
Así pues, los jacobinos consiguieron prevalecer y la Asamblea pasó a ser la Convención. Así, la Convención se convirtió en el órgano que detentaba el gobierno y la capacidad para legislar.
Esta época estuvo marcada por lo que se conoció como el “reinado de terror”, durante el cual, el Comité de Salvación Pública persiguió a todos aquellos contrarios a la revolución, ejecutando por ello a miles de franceses. Entre los miembros del Comité de Salvación Pública cabe destacar a Robespierre.
Bajo el auspicio de la Convención se decidió ejecutar al rey Luís XVI, mientras que se aprobaba el sufragio universal masculino y entre otras particularidades, se implantaba el sistema métrico decimal.
Si antes de la revolución, la iglesia y el clero habían acaparado las riquezas, con la Convención, sus bienes terminaron siendo confiscados. También quedó abolida la esclavitud y se introdujeron reformas en el campo para que la revolución trascendiese al campesinado.
Sin embargo, la Revolución Francesa se tomó con la oposición de las potencias europeas. Y es que, las ideas de la revolución eran contrarias a lo que representaban las monarquías europeas. A pesar de entrar en guerra con diversas potencias europeas, la República de Francia logró sobrevivir al acoso internacional.
Hacia 1794 Robespierre y el Comité de Salvación Pública cayeron fruto de las luchas internas. De hecho, tanto Robespierre como los demás miembros del Comité de Salvación Pública terminaron siendo ejecutados en la guillotina. Así, el ala más radical de la revolución caía para desembocar en una etapa más moderada conocida como el Directorio.
El Directorio 1795-1799
Dejando atrás los elementos más radicales, la Revolución Francesa entraba en una fase marcada por la moderación. La nueva Constitución echaba atrás parte de los derechos ganados por los jacobinos, pues se restringía el derecho de sufragio. Por otro lado, se repartía el poder legislativo en dos cámaras: el Consejo de los Quinientos y el Consejo de los Ancianos.
El órgano que detentaba el poder ejecutivo era el Directorio, compuesto por cinco integrantes, que en adelante se redujo a tres. No obstante, con el golpe de Estado de Napoleón (9 de noviembre de 1799), pasaría a ser solo una persona quien formase el Directorio.
Con la toma del poder por parte del entonces joven genio militar Napoleón Bonaparte, Francia entraba en una nueva etapa histórica. La Revolución Francesa daba paso a la era napoleónica.